Tu carrito

Tu carrito está actualmente vacío.

¿Por qué sentimos vergüenza al hablar de menstruación?

¿Por qué sentimos vergüenza al hablar de menstruación?

¿Por qué si casi la mitad de las personas en el mundo menstrúan, la menstruación continúa siendo un tabú, un estigma, e incluso un motivo de repulsión y vergüenza? La menstruación es un proceso natural, biológico y parte inherente de la naturaleza humana. Aún así, en la sociedad no se aborda desde una perspectiva científica y objetiva, sino desde un lente enteramente social que ha moldeado significativamente las experiencias de vida de las personas que menstrúan. La menstruación no ha sido estudiada lo suficiente y continua siendo malinterpretada. 

De acuerdo a Kate Clancy, académica y antropóloga especialista en el estudio de la menstruación, las actitudes negativas sobre la menstruación son profundamente dañinas y se ven reflejadas en tres ejes principalmente: la ocultamos intensamente, limitamos la actividad física –y social–  cuando sucede y evitamos hablar sobre ella. Todo ello, tiene implicaciones reales; por ejemplo, al evitar comunicarlo, también se limita indirectamente el acceso a información y recursos. Pienso por ejemplo en cuánto tiempo me tardé en saber cómo se usaba un tampón, cómo se ve una copa menstrual y qué es un calzon menstrual. Si tan sólo hubiesen menos prejuicios ante la menstruación como proceso natural, la información me habría llegado antes. Quizás, deberíamos dedicar menos tiempo a pensar cómo resguardarnos del prejuicio y reorientar la atención para realizar nuestras actividades en libertad.

Al comenzar a escribir sobre menstruación, inmediatamente me remonto a mis experiencias y las de mis amigas. Recuerdo mis primeros acercamientos con productos menstruales, recuerdo mis primeros sentimientos relacionados a mi propia sangre. No recuerdo ninguno de ellos de manera positiva. Desde que somos niñas y adolescentes se nos enseña que la menstruación debe ser escondida, no nos deben ver, nadie debe saber que estamos en nuestros días. ¿Cuántas veces nos pasamos una toalla como si nos pasaramos algo ilícito? Sentimos vergüenza si estamos manchadas, se nos ha hecho sentir sucias y como sociedad, existe un tinte de repulsión y disgusto ante la sangre. Pero, ¿por?

Todo tiene una explicación histórica.

Comencemos con el hecho de que las mujeres han estado excluidas –hasta muy recientemente–  de ejercer profesiones médicas o en el campo de la ciencia. Aquellos que poseían el conocimiento “legítimo” del funcionamiento de los úteros eran hombres. Por siglos se ha creído que la menstruación es estática y que debe ser contabilizada en un calendario perfecto. Aquellas que no menstruamos exactamente a los veintiocho días, somos irregulares, un tanto “defectuosas", un poco “anormales”. Pero ¿cómo llamar irregular a un proceso tan dinámico, único y tan diverso como los mismos cuerpos humanos?

La Edad Media se considera uno de los periodos donde se intensificaron las actitudes negativas hacia la menstruación. Recordemos que es precisamente en este periodo donde la cacería de brujas significaba un medio para controlar a las mujeres y redefinirlas alrededor de sus mágicos y peligrosos cuerpos. Se creía que la sangre menstrual era producida porque las mujeres eran incapaces de secretar sus impurezas a través del sudor; lo que hizo que la sangre se percibiera como una impureza, algo sucio y contaminante.

La forma en la que experimentamos la menstruación está directamente relacionado a nuestra cultura; es en ese marco donde aprendemos cómo debemos sentirnos al respecto, donde experimentamos tabúes y donde entendemos la propia relación con nuestro cuerpo. La cultura, como la menstruación, también es dinámica.

En el contexto de nuestro país, altamente influenciado por el pensamiento occidental, se percibe con tintes de vergüenza. Sin embargo, en otras sociedades los tabúes alrededor de la menstruación tienen una cara diferente: en algunos se reconocen poderes mágicos, en otros causa de enfermedad y en otros motivo de celebración. Por ejemplo, durante el “Chhaupadi” en Nepal, las personas que menstrúan son aisladas en una especie de cobertizos durante los días que están sangrando por considerarse impuras. Los Hupa, habitantes nativo-americanos en el norte de California, son otro ejemplo donde las personas menstruantes son segregadas, aunque bajo una perspectiva de comunidad. Las mujeres Hupa se reúnen en casas donde también se congregan mujeres en posparto y otras que acaban de tener abortos. 

Al otro lado del mundo, en Costa de Marfil, las personas menstruantes casadas no pueden ir al bosque, no deben tocar cadáveres y no pueden preparar comida para los hombres. Esto con el objetivo de proteger la fertilidad y separar la santidad de la fertilidad femenina y la de la tierra, representada por los bosques y los campos. En ese mismo continente, en Ghana se tiene una perspectiva positiva de la menarquía –la primera menstruación– donde a las personas se les realiza una ceremonia con regalos. Sin embargo, la sangre por sí sola es considerada contaminante.

Experiencias diferentes, tabús diferentes, pero siempre algún mito relacionado a la menstruación. Entonces, ¿cómo contribuimos a desmitificar y eliminar los prejuicios alrededor de la menstruación?. Nos informamos, lo hablamos, lo normalizamos. 

 

Referencias:

Clancy, K. (2023). Period: The Real Story of Menstruation. Princeton University Press.

Siguiente post

Deja un comentario

Tenga en cuenta que los comentarios deben ser aprobados antes de ser publicados