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¿Alguna vez pensaste cómo vive su periodo una persona con discapacidad?

¿Alguna vez pensaste cómo vive su periodo una persona con discapacidad?

Hablar de menstruación y discapacidad durante julio, Mes del Orgullo de la Discapacidad, es una oportunidad urgente y necesaria. En este mes conmemoramos la lucha por la dignidad, la autonomía y la inclusión de las personas con discapacidad en todos los espacios. Sin embargo, algunos temas – como la menstruación– continúan invisibilizados en la sociedad. Entender cómo se vive la menstruación desde la diversidad implica reconocer los obstáculos que enfrentan personas con discapacidad para manejar su periodo de forma digna, y con ello construir una sociedad más accesible, justa y libre de violencia.


Para muchas jóvenes con discapacidad sensorial o motriz, la menarquía – el primer sangrado– llega sin aviso ni preparación, lo que puede generar miedo, confusión y vergüenza. La falta de educación accesible antes de la menarquía es uno de los principales obstáculos: muchas adolescentes con discapacidad no reciben información en formatos adecuados, y cuando la reciben, suele ser demasiado tarde, incompleta o dirigida solo a personas cuidadoras. Esto perpetúa el prejuicio de que no son capaces de comprender su propio cuerpo ni participar en decisiones sobre su salud menstrual y a la larga esto repercute en su bienestar emocional. La ausencia de información no sólo afecta a las personas que menstrúan, sino también a las personas que cuidan.


Barreras en el uso de productos

Los desafíos prácticos y cotidianos también son importantes. Además de la falta de información oportuna, muchas personas tienen dificultades físicas y sensoriales para el uso de productos como toallas sanitarias o tampones. Por ejemplo, algunas personas no saben o no pueden identificar el inicio del sangrado, poner correctamente los productos menstruales, detectar si se han manchado, o cambiarse sin ayuda. Además, no todas las personas pueden utilizar tampones o toallas por numerosas razones: estigma, conocimiento, comodidad, entre muchas otras.


No utilizar de manera adecuada productos menstruales – o no utilizarlos en absoluto–, no sólo afecta el autoestima y autonomía, sino que también puede aumentar el riesgo de infecciones. A esto se suma que muchas escuelas y espacios públicos no cuentan con infraestructura adecuada, como baños accesibles, agua potable o espacios privados.


Impacto en el Bienestar

Las barreras en el manejo menstrual afectan la salud emocional, la inclusión social y la dinámica familiar. Por otro lado, la falta de recursos o apoyos adecuados puede llevar a la exclusión de actividades escolares, deportivas o recreativas. Algunas niñas son apartadas de excursiones o eventos simplemente por estar menstruando, lo que refuerza el rezago educativo y social. La carga también recae fuertemente en las familias, especialmente en las madres, quienes muchas veces asumen el cuidado menstrual cuando existen discapacidades severas.


Esta situación genera sobrecarga física y emocional, además de reforzar la idea de que la menstruación en niñas con discapacidad es una carga “innecesaria o adicional”. En contextos extremos, las dificultades percibidas en el manejo menstrual han sido usadas como justificación para prácticas como la esterilización forzada o el uso no consentido de tratamientos hormonales para suprimir la menstruación. Estas intervenciones vulneran derechos fundamentales como la autonomía, la integridad corporal, así como la salud sexual y reproductiva, las cuales deben ser erradicadas.


Hacia una menstruación digna: el uso de calzones menstruales como alternativa inclusiva.

Hablar de dignidad menstrual implica reconocer que no todas las personas pueden acceder, usar o cambiar productos como tampones o toallas sanitarias con facilidad. Para muchas personas con discapacidad —especialmente aquellas con movilidad reducida, discapacidad intelectual o necesidades de apoyo físico— los productos menstruales convencionales no son prácticos, seguros ni cómodos.


Los calzones menstruales pueden entonces ser una alternativa ideal para muchas personas. Además, al no requerir cambios tan frecuentes, pueden reducir la ansiedad asociada al acceso limitado a baños accesibles o apoyo de otras personas. No solo mejora la comodidad y la seguridad, sino que facilita la participación en actividades diarias sin temor ni vergüenza.


Para quienes brindan cuidados, los calzones menstruales pueden reducir significativamente la carga física y emocional asociada al cuidado menstrual. Con ellos, no es necesario realizar cambios frecuentes, lo que disminuye las intervenciones durante el día o la noche. Además, al ser reutilizables, los calzones menstruales son una opción más sustentable y económica a largo plazo. Esto es especialmente relevante para familias con ingresos limitados o para quienes viven en contextos donde el acceso a productos de higiene menstrual es intermitente o costoso.


La menstruación no debe ser una barrera para participar en la vida escolar, laboral o social. Debe vivirse con dignidad, libertad y apoyo, sin importar el cuerpo o las capacidades de quien menstrúa.




 

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